29.11.2017
— 21.01.2018

Háblame amor – IX Premio Luis Caballero

Adriana Marmorek

Adriana Marmorek
Estudió Comunicación Social y se desempeñó en el campo de la publicidad y la televisión, experiencia que le brindará herramientas que posteriormente irá repensando desde la práctica artística. Se gradúa en 2006 de la Maestría de Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia. Sus primeras piezas escultóricas las resuelve a través de un cuidadoso trabajo con bronce y posteriormente su propuesta plástica se extiende a medios como el vidrio, la fotografía, el video y la instalación con un interés por la alquimia y lo maquínico.

“La arquitectura del deseo” es la forma en la cual la artista entiende y denomina su proceso de investigación plástica. Desde allí aborda el universo del placer, el deseo y el amor cuestionando permanentemente el imaginario occidental y las relaciones que establece a través de la historia.

Desde el año 2000 su obra ha sido expuesta en distintas instituciones públicas y privadas, no sólo a nivel nacional sino también en países como Ecuador, Argentina, Italia, Bélgica, Austria y EEUU. Marmorek, además, participó en el Salón de Arte Joven-Artecámara; fue nominada para el Premio Bienal de Arte de Bogotá, representó a Colombia en la feria Arco Madrid y varias de sus piezas forman parte de colecciones permanentes.

Adriana Marmorek
Estudió Comunicación Social y se desempeñó en el campo de la publicidad y la televisión, experiencia que le brindará herramientas que posteriormente irá repensando desde la práctica artística. Se gradúa en 2006 de la Maestría de Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia. Sus primeras piezas escultóricas las resuelve a través de un cuidadoso trabajo con bronce y posteriormente su propuesta plástica se extiende a medios como el vidrio, la fotografía, el video y la instalación con un interés por la alquimia y lo maquínico.

“La arquitectura del deseo” es la forma en la cual la artista entiende y denomina su proceso de investigación plástica. Desde allí aborda el universo del placer, el deseo y el amor cuestionando permanentemente el imaginario occidental y las relaciones que establece a través de la historia.

Desde el año 2000 su obra ha sido expuesta en distintas instituciones públicas y privadas, no sólo a nivel nacional sino también en países como Ecuador, Argentina, Italia, Bélgica, Austria y EEUU. Marmorek, además, participó en el Salón de Arte Joven-Artecámara; fue nominada para el Premio Bienal de Arte de Bogotá, representó a Colombia en la feria Arco Madrid y varias de sus piezas forman parte de colecciones permanentes.

Adriana Marmorek embarca el proceso creativo de este proyecto a partir de una pregunta sobre la tensión que se crea cuando el museo mantiene su misión de preservar obras de arte para la posteridad mientras la producción artística posterior a la modernidad desestima la necesidad de perdurar en el tiempo. Esa tensión se encuentra transpuesta a la pretensión de perdurabilidad del matrimonio como institución, entendiendo que esa consigna de “hasta la muerte los separe” genera un sinfín de presupuestos de lo que debería ser un matrimonio para que termine con la muerte y no antes.
¿Cómo se piensa la institución por excelencia del amor, el matrimonio ante la evidencia de su finitud? ¿Qué estructura de contenedor social propone la sociedad contemporánea ante la evidencia del fracaso del acuerdo “para siempre” planteado como base económica y estructural de la familia? ¿Qué diría el amor?

HÁBLAME, AMOR – ADRIANA MARMOREK

La primera pregunta que se hizo giraba alrededor de las cosas que guardamos como recuerdos de historias de amor que fracasan, que terminan antes de que la ominosa muerte separe a la gente. Resultó que la gente guarda toda clase de objetos que, a los ojos de otro, podrían ser considerados como basura; pero que a los ojos del amante, se elevan a la categoría de tesoros a través de un proceso de pensamiento mágico que carga al objeto de un aura, lo personifica y le infunde algunas de las características de la persona amada, sirviendo así de testigo de la relación que ya no existe. Adriana Marmorek ha pasado los últimos cinco años ensamblando una colección de estas reliquias, documentando las historias de amor que esconden, comprendiendo las operaciones a través de las cuales las personas las llenan de un significado que depende exclusivamente de las minucias de su historia de amor con alguien que ya no está.

La misión de un museo es coleccionar y preservar los tesoros históricos y artísticos de nuestra cultura. Las reglas del museo de arte moderno cambiaron radicalmente cuando Duchamp decidió elevar un simple orinal a la categoría de arte, y con este acto cambiaron también las reglas de la producción artística subsiguiente, ya admitiendo que los artistas no necesitaban hacer nada específicamente ni tener una onza de genio artístico bajo la piel. ¿Pero qué ocurre cuando un sinnúmero de objetos que solamente tienen significado para un grupo específico de personas que han perdido a un grupo específico de amantes no solamente son coleccionados y preservados en un museo, sino además luego quemados hasta convertirse en cenizas? Las reglas vuelven a cambiar: la pregunta ahora no es solamente sobre el acto de coleccionar objetos no artísticos y ponerlos dentro de un museo, sino ahora también sobre por qué estos objetos y no otros, durante cuánto tiempo, sobre cómo la misión del museo de preservar y proteger queda desmantelada cuando el objetivo último es destruir los objetos.

Además, el subterfugio de Marmorek sobre el museo se basa en revertir el de Duchamp: la razón por la cual los ready-mades fueron finalmente admitidos como arte es que lo que eleva un objeto encontrado a la cateogría de arte no es solamente su inclusión dentro del museo, sino también la autoridad que la figura del artista ejerce sobre él. No obstante, Marmorek no tiene intención alguna de elevar su constelación de reliquias a la categoría de ate, cosa que aclara con el acto de prenderles fuego a todas. Tampoco tiene intención de ejercer el poder de autoridad del que se inviste gracias a su posición como artista para autorizar sus reliquias de amor para que se conviertan en objetos de arte dentro del museo. Nunca desautoriza la voz de quienes rinden sus objetos sino que les permite, a ellos que no tienen la autoridad para dejar objetos en el museo, que hable con su propia voz.

Esta es, de hecho, la misma operación que desencadena cuando le pide a la gente que responda a una de las preguntas filosóficas más importantes: qué es el amor. El mismo asunto de la autoridad permea las proposiciones filosóficas y la aparición de objetos encontrados, preservados como arte, dentro del museo. Pero una vez más, Marmorek no está dispuesta a propopner una única respuesta autoritaria: en cabio, le pregunta a una constelación de personas que no están investidas del poder de ser autores de un texto filosófico que contesten esa perenne pregunta. Lo harán, inevitablemente, tomando prestado de su propia experiencia con el amor, y el espectador saldrá del laberinto habiendo formulado una respuesta propia, quizás más de una única respuesta; informada por un coro de voces diversas, quienes intentan responder esa única pregunta desde un sinfín de puntos de vista.

Pero el museo de arte modern no es la única institución que queda subvertida a través del proyecto de Marmorek: también cuestiona la idea de amor eterno – en general – y de matrimonio – particularmente – que se encuentra culturalmente amarrado a categorías de relaciones románticas. La pregunta por lo efímero, entonces, no queda circunscrita a la presencia (y destrucción) de la colección de reliquias amorosas de Marmorek en la esfera del museo, sino que además queda transpuesta a la institución misma del matrimonio. En lugar de representar una idea romántica del matrimonio que es estática y casi monolítica, Marmorek la revela en su mutabilidad. El mismo fracaso romántico que provoca la inclusión de esta constelación de reliquias en el museo es lo que causa el fracaso del museo en su preservación de esos objetos como arte, revelando la mutabilidad de dos instituciones que reiteradamente fracasan en reconocer la necesidad de que sus estructuras cambien. El fracaso, no obstante, no es juzgado como una condición negativa: simplemente es reconocido como un elemento estructural de los principios operativos de dos instituciones estáticas, causado por el hecho de que ambas son resistentes al cambio.

El significado de este universo de objetos efímeros dentro de los muros del museo solamente se logra colectivamente: es a través del tejido de un complejo conjunto de fracasos personales en el amor que resulta posible formular una idea más global de lo que conlleva fracasar en el amor. Similarmente, intentar formular una noción universal de lo que es el amor se hace posible a través de una constelación hecha de las de voces de personas que se proponen responder estas preguntas, hablando desde su propia experiencia personal e íntima.

 

Última recolección de reliquias con la artista:
15 de diciembre, 4 – 6 pm

Martes a sábados:
10:00 am - 6:00 pm
Domingos y festivos (no lunes):
12:00 m - 5:00 pm

Museo de Arte Moderno de Bogotá
Calle 24 #6-00

INAUGURACIÓN
miércoles 29 de noviembre — 5:00 pm